Indicente Crítico

¡Buenas!

Soy Eloie y, como veis... ¡después de mucho tiempo mis compañeros Verónica, Germán y yo volvemos a estar activos!
Esta vez hablaremos cada uno de una experiencia en la que creamos que la intimidad haya sido, de alguna manera, violada por la tecnología.
He aquí mi relato:

Hoy en día miles y miles de cámaras se extienden por todas partes con el fin de proteger nuestra seguridad. Este control se lleva a cabo de una forma sutil, pero también muy intensiva.

Yo tendría unos 7 años, y aquel día hicimos una excursión escolar al Puesto de Mando Centralizado del metro de Bilbao. Nos enseñaron un montón de cosas, desde las órdenes de circulación que se les daba a los trenes y el suministro de energía, hasta la radio-telefonía entre el mismo puesto de mando y los maquinistas. Lo que sin duda no se me olvidará nunca fueron aquellas pantallas desde las que podía verse cualquier rincón de la estación. Un hombre nos animó a acercarnos a ellas y a ver de qué manera las controlaba. Las imágenes estaban en blanco y negro, pero a pesar de ello no me costó darme cuenta de que cada punto que se enfocaba en aquellos ordenadores provenía de la visión de las cámaras de seguridad. Las escaleras mecánicas, el tramo hacia las máquinas de billetes, el interior de los vagones… Todo estaba allí. El hombre podía cambiar la imagen de cada una de las pantallas a otra, y de pronto dejó la de una mujer de tercera edad que acababa de entrar en el ascensor. Iba muy cargada con bolsas de la compra y me entraron ganas de ayudarla, hasta que me di cuenta de que ella no sabía que yo estaba allí. Estaba allí aunque no me viera. Me sentí mal… porque no sólo yo, todos los que allí estábamos, estábamos sabiendo de ella sin que ella supiera de nosotros. No sé por qué ese recuerdo se me quedó guardado hasta hoy, que aún miro hacia la cámara antes de coger el ascensor.



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